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entre Creta y Sausalito

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Autoeditado (250 ejemplares), 2009

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entre Creta y Sausalito es una reflexión sobre el mundo del arte contemporáneo desde dentro, desde la perspectiva del artista, con un largo prólogo autobiográfico que no tiene otra razón de ser que la de explicar al lector desde dónde nos habla su autor, un pintor y escultor que en ocasiones parece más preocupado por los excesos del entorno en el que se desarrolla su profesión (y por extensión con todos los demás excesos del mundo) que por sus virtudes.

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Sinceramente pienso que nos hemos sofisticado demasiado. Consagramos nombres con inusitada rapidez, se cuestiona poco, la crítica en bastantes ocasiones resulta poco creíble (más que influir parece influida), entre otras cosas pienso que nos faltan plumas independientes. Es bueno que las artes plásticas gocen de un soporte teórico, literario, incluso musical, creado en otros estudios donde se viven también aventuras singulares, solitarias y muy personales.

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Dosmildiez

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En 2010 murieron mis padres, con tres meses de diferencia entre uno y otro, y todo cambió. Pocos meses antes del desenlace empecé este dietario, en el que fui acumulando textos que en ocasiones pueden parecer dispersos, pero tienen un orden cronológico preciso. Incluso hay algunos flashbacks que tratan de mostrar, entre otras cosas, como era el mundo cuando mis padres estaban en él. No he tratado de explicar lo que pasó, sino cómo lo viví yo. El dolor, la melancolía y la pérdida de referencias protagonizan algunos capítulos, como es natural, pero también he pintado, inaugurado exposiciones y proyectado esculturas públicas; he leído y asistido a conciertos; he paseado con mis perras por los alrededores de mi estudio, he escrito mucho y he salido en moto, porque la vida sigue, en la carretera el tiempo se detiene y el origen y el destino son irrelevantes, lo único que importa es estar por ahí en medio.

Portada de Suite Albéniz, de Alfonso Alzamora

Suite Albéniz

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Prólogo de Jesús Ruiz Mantilla
Epílogo de Luis García Montero
Turner, 2016

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No fue Albéniz el niño polizón que hizo una gira por América escapándose de casa. Sí, el portento prodigio que con cuatro años debutó en el Teatro Romea de Barcelona. Nada indica que conociera a Liszt, pese a que presumiera de ello. Sí lo buscó insistentemente, por admiración, por pasión, como reivindicó en vida a varios de sus contemporáneos. También lo emuló tocando el piano de espaldas al teclado y con los ojos vendados en esas jam sessions que se marcaba improvisadamente en la época en que para sobrevivir, probablemente, descargaba equipajes por los muelles de Nueva York. (Jesús Ruiz Mantilla)

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Elogio del fracaso

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Un ensayo sobre arte contemporáneo

Prólogo de Àlex Susanna

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Elogio del fracaso se subtitula Un ensayo sobre arte contemporáneo porque este es el eje central del relato, pero está muy lejos de ser un ensayo en el sentido académico del término. Montaigne llamaba “ensayos” a reflexiones personales y se apoyaba en transcripciones de textos clásicos y contemporáneos, así que, ¿por qué no? Soy pintor y escultor, también escritor, ¿por qué no escribir sobre arte desde dentro? Normalmente se hace desde fuera y abundan los cripticismos. Carlyle, por ejemplo, escribió: “El arte es el alma desprendida del hecho”. Podría pasarme horas dándole vueltas a esta imagen. Casiodoro, en el siglo VI, cuando la frontera entre arte y artesanía era mucho más difusa que ahora (Aristóteles no distinguía entre una cosa y otra), señaló con notable acierto y sencillez los objetivos del arte: enseñar, conmover y complacer. María Zambrano, unos cuantos siglos más tarde, nos regaló esta soberbia descripción: “El arte verdadero disipa la contradicción entre acción y contemplación, pues es una contemplación activa o una actividad contemplativa, una contemplación que engendra una obra, de la que se desprende un producto”. James Whistler, por su parte, fue mucho más expeditivo: “El arte sucede”; y Goethe, didáctico:: “Si yo pinto mi perro exactamente como es, naturalmente tendré dos perros, pero no una obra de arte”. ¡No es fácil definir el arte!

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La partida de ajedrez

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Anónima García creció entre el compromiso social de su padre, un anarquista de la vieja escuela, de ascendencia humilde, y la sabiduría ancestral de su madre, historiadora, de familia burguesa, de Barcelona, preocupada por la invisibilización de la mujer en la historia del arte. Anónima crece entre la utopía y la historia, entre la ilusión y la realidad, entre el deseo y la templanza. "Son dos maneras de entender la vida", afirmaba en las entrevistas que se sucedieron a buen ritmo, después del éxito de su primer libro. Con el segundo, La Reina –el título de la versión inglesa, The Queen, añadió el subtítulo: Only a Pawn in Their Game, título de la canción que cantó Bob Dylan en la marcha sobre Washington de 1963–, se afianzó su popularidad.

Esta historia generacional, familiar, bastante armónica, se ve alterada por la súbita irrupción de una persona que nadie espera, que viene del otro lado del Océano Atlántico.

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